La persistencia de la memoria, Salvador Dalí
Empaquetaba los libros y los colocaba con cuidado en las cajas cuando de repente me puse a hojear uno, sin saber por qué. Lo retuve un instante, acariciándolo, sin apenas poner atención al título, y lo abrí. No leía. Tan sólo paseaba la vista por sus letras sin fijarme en lo que decían. Pasé unas hojas, y olvidados entre ellas, inmóviles, aparecieron mustios y descoloridos unos pétalos de rosa. Estaban secos como pergaminos, viejos y atravesados por unas hebras que parecían estar a punto de resquebrajarlos. Al instante me asaltó el recuerdo que activó mi memoria, que me transportó hasta aquél momento único, dulce y arrullador. Casi pude sentir el roce suave de su boca, el olor masculino de su cuello y el color de sus ropas, la música... Todo volvió de golpe a través de aquellos pétalos que me asomaron a la ventana de un tiempo sobre el que ahora flotaba completamente sometida, absorta y vencida. Fue breve, pero fue intenso. Y fue nostálgico, pero hermoso.
Un libro puede encerrar tesoros de todo tipo.
ResponderEliminarA veces explota el pasado así y nos arrastra durante unos intensos segundos.
ResponderEliminarNo sé cómo se me había pasado esta bella entrada. Te pido disculpas.
¡Qué maravilla, encontrase así con un recuerdo tan intenso y placentero, aunque breve!.
ResponderEliminarUn abrazo
Estrella: paso nuevamente para agradecerte los comentarios tan incentivantes en las entradas de Valle-Inclán. Me alegra muchísimo que te resulten útiles.
ResponderEliminarUn beso y muy buen fin de semana
Paso ahora a dejarte un abrazo primaveral y afectuoso
ResponderEliminar