Buscar este blog

sábado, 9 de noviembre de 2013

El paisaje incierto de la vida

"La debacle" Theodore Robinson



Los otros chicos y chicas del grupo se pararon en el kiosco a comprar helados y chucherías. Ella caminó hasta la fuente que estaba en mitad de la plaza y se sentó en la barandilla de rejas que la rodeaba. La mañana era radiante. Una de esas de domingo a finales de abril, que parecen hechas a propósito para que los adolescentes como ellos salgan a las calles a celebrar la vida. Habían quedado todos en un punto del centro de la ciudad, como siempre, y hacía rato que paseaban, parloteaban y reían por cualquier tontería, sin parar. Como siempre. Sentada allí, a solas, reparó en lo bonita que era la plaza y el encanto que le daba esa fuente. El colorido de las flores que la circundaban en el suelo alegraba la vista, y el chorro de agua que caía sobre el pequeño estanque que la coronaba era un rumor relajante, sereno, que invitaba a quedarse. Se veían en la plaza niños que jugaban y correteaban sin parar, llenándola de vida, y hombres y mujeres de todas las edades sentados tranquilamente en los bancos, charlando entre ellos, tomando el sol o leyendo un periódico. La estampa hacía de ese paisaje un conjunto de una armonía alegre, apacible y perfecta. Contemplándolo se preguntó qué sería de todo esto dentro de unos años. Apenas lo pensó y en ese instante una sombra oscureció su frente. “¿Y de mí? ¿Qué será de mí, dentro de unos años? ¿Cómo será mi vida? ¿Cómo seré yo?” Sintió un ligero estreemeccimiento. Una sensación muy parecida al vértigo. Aquella incerteza, nueva y desconocida, le provocó intranquilidad y desasosiego. Sin embargo, esa turbación le duró apenas un instante, unos segundos. El alboroto de los del grupo, que ya regresaban, y la voz alegre y risueña de Laura, “¡Te he hecho una foto!”, la devolvieron a la realidad. Se levantó para ir a unir su risa quinceañera a la de los demás. Fue hacia ellos corriendo. Como queriendo huir del futuro.