Buscar este blog

viernes, 3 de junio de 2011

Los ojos de mi padre

El dios Marte, Velázquez


Aún estaba oscuro, era una madrugada de esas crudas de invierno, cuando entré en su dormitorio para coger una goma del pelo de las que mi madre guardaba en un cajón de la cómoda. Estaba sentado al borde de la cama, el cuerpo vencido hacia delante con los brazos apoyados sobre las rodillas. En las manos entrelazadas, encallecidas y renegridas por el carbón, sostenía un cigarrillo. La mirada descansaba en el infinito de una baldosa.

-¿Qué hace usted, padre? Va a llegar tarde al trabajo, son casi las seis.

No me contestó. Sin prisas, dio una última calada al cigarro y lo apagó. Mientras me recogía la coleta observé cómo con una lentitud casi dolorosa se levantó y se puso la pelliza. Se volvió y fijó sus ojos en los míos, sus ojos azul desvaido, vidriosos; perdidos en algún lugar del que nunca volvieron. Me miró con una mirada  envuelta en ternura y al mismo tiempo desnuda.

Mi madre cacharreaba en la cocina cuando él cogió su bolsa con el almuerzo y salió. Yo acabé de vestirme y salí para la fábrica. Nunca más volvimos a verlo.